Ya que no
pude viajar este fin de semana festivo, opté por ir a Maloka a ver la exposición
de fobias tan promocionada en internet y los medios televisivos. Me invadió la
curiosidad y estaba ansioso por ir, entrar y ver uno que otro animal asqueroso
y repugnante. Si, de esos bichos y roedores que algunos ni pensar si quiera en
ellos pueden. No tengo problema con eso, ya que no padezco ninguna fobia, bueno
al menos eso creo.
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Foto Tomada de: http://www.facebook.com/MalokaCTI |
Llegué a la plazoleta principal, pagué el valor de la
entrada en el primer piso, y entusiasmado ingrese a las diferentes salas de
exposiciones. Habían unas sobre dinosaurios o/u otros animales extintos, más
adelante otra con variados juegos mentales, también unas dedicadas al origen
del universo y nuestro sistema solar, y una más acerca de los beneficios y la
importancia del reciclaje. Por supuesto mi interes era la sala de fobias. Quería
ver bichos raros; serpientes, arañas, gusanos, sapos, ratones, lo que fuera. Y aquí
estimado lector es donde viene mi gran decepción. Sin exagerar me sentí literalmente
estafado, o más comúnmente en nuestro argot colombiano “tumbado”. La exposición
de fobias, al contrario de lo que pensaba yo; una sala grande, con animales
vivos en estantes o vitrinas donde uno los pudiera ver sin ningún problema y
muy de cerca, no era más que un modulo del tamaño de mi habitación, con un
reflector que simulaba animales moviéndose, audios y carteles, supuestamente
aterrorizantes. El recorrido no duró más de 15 minutos. “¿Eso es todo?, ¿Pagué
doce mil pesos por ver esto?” No lo podía creer. Uno de los guías se me acercó
para evaluar la exposición, - Califique de uno a cinco su experiencia -, le
respondí entre decepcionado, frustrado y bastante disgustado, que no merecía más
de 2. Tal cual. Tomó mis datos y me largué de ahí. Resignado visité las otras
salas y poco a poco me desentendí del asunto. Más adelante
encontré exposiciones muchísimo más interesantes, hasta participé de una
experimento con energía electrostática, si usted alguna vez ha visitado Maloka,
sabrá de que le estoy hablando. Por último y
ya para concluir, me prometí jamás volver por allá a menos que en realidad valga la pena pagar
doce mil pesos y no llegar a la casa, con ese sabor agridulce, profundamente
decepcionando y estafado. Eso es lo que pasa cuando uno espera más de lo que encuentra. Muchas ilusiones acompañadas de grandes decepciones. A mi me pasó, ojalá no le pase a usted también.